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Roter.Teufel

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Aviguey Parra: la enfermera que por la mañana cura y por la tarde combate en una jaula

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En el quirófano es una profesional meticulosa, calmada, casi silenciosa. Pero cuando termina su turno y cae la tarde, Aviguey Parra se transforma en otra cosa: una luchadora de artes marciales mixtas capaz de soportar golpes, presión y miradas de asombro

Una doble vida que ella resume con una frase tan certera como humana: “por la mañana recompongo cuerpos y almas; por la tarde, los descompongo”.

Una sanitaria que cambia la bata por las guantillas

A los 30 años, Aviguey —gallega de nacimiento y guipuzcoana de adopción— trabaja en el quirófano del Hospital Asunción Klinika, en Tolosa. Allí pasa siete horas al día controlando tiempos, anestesias, instrumentales y gestos. Un mundo de precisión. De respiraciones medidas.

Pero cuando sale a las 15.00, la historia cambia. Conduce hasta Vitoria, entra en el gimnasio Gaman y entrena un mínimo de dos horas. Técnica, sparring, cardio. Y sí, también golpes. Muchos golpes.

“Más de una vez he ido a trabajar con el ojo morado”, admite con una sonrisa ladeada. Y es que las MMA no entienden de horarios ni de sutilezas. Aun así, asegura que este deporte, pese a su apariencia violenta, le aporta “paz, calma y una especie de orden interno” que no encontró en ningún otro lugar.

“Menudita”, pero con una fuerza que sorprende

Aviguey mide 1,64 y pesa 56 kilos. “Soy menudita, ya lo sé”, comenta. Pero su presencia en un tatami cambia por completo.
Practica un deporte que mezcla boxeo, jiu-jitsu, kickboxing, muay thai, judo, karate y taekwondo, entre otras disciplinas. Y convive con las consecuencias: cortes, moratones, arañazos.

En el hospital provoca reacciones de todo tipo.

Hay quien la mira con fascinación: “¡Cuéntame más!”. Y quien piensa que está “loca perdida”. Ella no se esconde. A veces incluso se lo cuenta a los pacientes. “Alucinan”, reconoce.
Una vida ordenada… a base de combates

Comenzó en Madrid. “Tenía mucha rabia dentro, una mochila que me pesaba”, confiesa. El deporte fue la vía para canalizarla. Y, según admite, también su manera de conocerse de verdad.
“Soy extremista”, añade sin rodeos. “No me vale entrenar y ya. Necesito competir”.

Por eso el sábado 28 es un día clave. En la velada WOW MMA organizada por Ilia Topuria, en el Buesa Arena, Aviguey se enfrentará a un hueso duro: Flor Medina, subcampeona de España.

“Es un orgullo pegarme con ella. Sé que es fuerte, muy fuerte, pero nunca me subo a una jaula pensando en perder”, dice. Lo hace con los pies en el suelo, eso sí: “Un mal golpe le pasa a cualquiera”.
Rutina de combate

Una semana “normal” implica cinco entrenamientos. Pero si hay pelea a la vista, solo descansa un día.
El resto lo dedica a:

Técnica pura (agarres, proyecciones, transiciones).
Entrenamientos funcionales.
Mucho cardio.
Pesas los fines de semana.

A esto suma una dieta ordenada: sin ser estricta, sí deja fuera dulces y caprichos.
“Esta mañana mis compañeras se comían bollos en el descanso y yo con mi manzana”, cuenta con un humor tranquilo. “Antes era caótica, incluso comiendo. Ahora por fin siento orden”.
Entre suturas y puñetazos, una vida coherente

Lo curioso es que, en ella, nada parece incompatible.
El quirófano y la jaula. La calma y el vértigo.
Aviguey Parra no vive dos vidas distintas: vive una sola, pero con un equilibrio que desconcierta y fascina a partes iguales.

Y, mientras habla, deja entrever algo que no dice explícitamente, pero se nota:
que para ella, tanto sanar como combatir son, de algún modo, formas de cuidar.

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